Divagaciones a Media Noche
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Divagaciones a Media Noche
¿Qué sentido tiene? El amor, la pasión, el deseo, incluso... todo aquel impulso, la potencia irracional e inevitable de nuestro ser hacía algo... ¿Qué sentido tiene? Los grandes sacrificios que la gente hace por cosas que cree que conoce, el sufrimiento sin sentido por la indiferencia del otro, de los otros, de su falta de pasión, de la chispa, de la llama. ¿Qué función cumple? Los corazones fríos y helados son sólo capas de muerte e inmovilidad que no pueden sentir nada, o si sienten es sólo vacío, soledad y muerte. ¿Nosotros escogemos? Más allá de la ciencia y la aparente verdad, la frialdad de la razón y la apacibilidad del interior, más allá del anhelo de calma y serenidad, de ser dueños de nuestro futuro y de nuestras pasiones, una pequeña aunque arrolladora llama nos pide más, mucho más que eso, correr hacía nuevos horizontes, nuevos sucesos, nuevos sacrificios...
El amor. El odio. La indiferencia. La vida y la muerte. ¿Cómo puede siquiera el hombre intentar comprenderla, en su bastedad, en su horror, en su belleza?
¿Qué matiz es mejor? ¿Vivir o morir? ¿Pasión o frialdad? Parecemos criaturas de la tragedia y el sufrimiento, enamorándomos como bestias salvajes de un sueño, un destello mágico que no existe más que en nuestra imaginación. Anhelamos tanto la comprensión que abrimos la puerta para que vean la casa que debería permanecer escondida...
Los poetas. Los poetas, los poetas. Murmurando por lo bajo que lo mejor que hay es un amor que sacrifique todo, que lleve todo tan lejos que vaya mucho más lejos que cualquier emoción, impulso o necesidad que se posea.
¿Qué hay, realmente, de bueno en depender de alguien? ¿En anhelar su presencia cada minuto de tu vida, sentir impaciencia por el tiempo que tarda en llegar, sentir miedo por lo poco que tarda en irse? ¿Qué hay de bueno en ponerse una venda en los ojos para ver al otro idealizado, mejor de lo que realmente es? ¿Qué hay de admirable en derrumbarte como una marioneta sin fuerza ni gracia al lado del camino por la falta del otro? ¿Qué derecho, qué razón, qué sentido le ha otorgado al otro la facultad de manejarte? ¿De influirte, de acosarte? ¿De hacerte sonreír como un tonto en medio del centro del mundo, deseando, soñando, planeando para que al final todo se quiebre como un cristal demasiado frágil? ¿Qué hay de agradable en perder el control de tu vida, de perder los zapatos con los que te aferrabas a la tierra, en volverte torpe por el simple sentido de una maldita respiración? ¿Qué hay de bueno en esforzarte, tan duro, durante tanto tiempo, esperando tan poco, sacrificando, haciendo a un lado, sudando.
O el otro extremo. No sentir nada, sintiendo tediosas las horas, en busca de otra cosa que hacer, algo menos aburrido que lo que sientes y lo que haces. Sin que importe si el mundo gira o no, cumpliendo con lo que debes porque no sabes qué otra cosa hacer o arrojándolo todo lejos sólo para no ver su cara insoportable. O caminar congelado por las calles en tiempos de lluvia y sol, bajo el manto de la luz o la oscuridad, esperando, esperando o simplemente vagando sin ideas que te iluminen, o senderos u objetivos que alcanzar.
¿Qué sentido tiene, de todas formas? ¿Amar o ser amado? ¿Odiar hasta la desesperación, que te odien hasta desearte lo peor y no ser suficiente? ¿No sentir nada?
¿Qué sentido tiene?
En el fondo, el masoquismo late para todos, por las cosas que renunciaste, por los errores que cometiste, las decisiones que no tomaste, los caminos que tomaste demasiado tarde. Por el que devotamente entregó todo al que amaba y no recibió nada o cuando lo recibió no fue lo que esperaba, por el que recibió la adoración de los demás tan sólo sintiendo el frío y el vacío en su interior por las cosas que no podía percibir ni experimentar, por el que prefirió embarcarse en un sentimiento que devoraba su pasado, su presente, con el veneno líquido y espeso de la venganza y la completa corrupción del alma, suave, lentamente. O tal vez sólo corrosivamente. También por el que nunca fue lastimado, que nunca necesitó a nadie, que miraba al mundo sin emociones. O por el egoísta que nunca pensó en nadie más que en si mismo, pero que nunca fue feliz.
¿Felicidad? ¿Qué diablos es la felicidad?
¿Un regalo que viene y va? ¿Una bendición maldita que te es retirada cuando apenas la paladeabas? ¿Un engaño? ¿Una ilusión?
¿Cuál es la postura correcta? ¿Eso existe?
Ni la pasión descarnada ni el vacío incensante atraen paz. Y tampoco el equilibrio, que aunque puede ser un arma se vuelve igual de insatisfactorio. El amor es una cadena. El odio una condena. La indiferencia es la sentencia de muerte.
¿Acompañado o solo? Siempre la gente se rodea de gente, los iguales con los iguales y los diferentes a un lado o todos mezclados. Al final el mundo sigue girando igual, el frío en la tranquila soledad sigue siendo lo mismo y el rostro que muestras al mundo sigue siendo, de alguna forma, un tanto artificial.
¿Qué sentido tiene?
Compartes tu vida con alguien, buscas lo que llamas tu alma gemela, te desesperas al no encontrarla, vuelves a buscarla, te desilusionas y dejas de sentir... Vives... Todo es tan efímero, tan insignificante, tan extraño...
O nada de eso importa. ¿A qué te entregas, en realidad?
¿Al trabajo? ¿A ti mismo? ¿A tu familia? ¿A tus amigos? ¿A los demás? ¿A un sueño?
¿Por qué? ¿Para ser comprendido, admirado, para cumplir, por creer en ello, por hacer algo... por qué? ¿Qué es tan bueno de ser bueno? ¿Qué es tan bueno de ser malo?
Todo es un caos, tanto controlado o no, tanto ordenado y lógico como enmarañado y sin sentido, llevándote a alguna parte, cualquier parte, cierta parte...
¿Por qué es tan malo estar solo? Dicen que el peor de los males es la soledad.
¿Duele tanto, en realidad?
Preguntas, respuestas, interés, desinterés, alegría, dolor, tristeza, angustia, preocupación, cólera, ansiedad, euforia, éxtasis, introversión, extroversión. Todo es un torbellino interminable, lleno de ruido, de fuerza, de algo.
¿Qué es lo más importante? ¿La ciencia? ¿El arte? ¿La Naturaleza Humana?
¿Nada?
Al final sólo sigues siendo tú mismo. En la cruda, pura, absoluta desnudez de lo que eres. No lo que ya no fuiste, tu historia, lo que aprendiste...
No. Sólo lo que tú eres. Sin acompañantes, sin pasión, sin compasión, sin emoción...
¿El frío y el calor son completamente diferentes? ¿O sólo opuestos?
¿Cómo puede el hielo ser tan hondamente cálido? ¿Cómo puede el fuego ser tan profundamente frío?
¿Cómo pueden ambos combinarse de alguna manera, en alguna aleación extraña para hacer nada?
La Rueda del Tiempo gira y gira, avanza y avanza, los hilos de van sucediendo uno a uno en el Tapiz de esta Historia Interminable...
Y la naturaleza del ser humano sigue siendo igual. El hombre sigue siendo hombre, la mujer sigue siendo mujer, ambos regidos por similares instintos. En esta sociedad pintada hábilmente con maquillaje de civilización, delimitada y marcada con líneas de comportamiento que son patrones de personalidad preparada, lo que más se teme es aquel instinto, todo aquello escondido bajo la pátina de calma, de hielo. La toma de consciencia del humano es sólo una bagatela en el predominio de la bestia...
El cerebro acallando ferozmente las necesidades. El raciocinio impuesto por encima de las incontrolables, inestables y peligrosas sensaciones y emociones.
Imperfecto el mundo del sentir. Inmanejable, inquietante, angustiante, traicionero camino...
Entonces la llave de la razón abierta para meter a todos y cerrar la puerta, ignorar los deseos, los apetitos, las obsesiones, las necesidades.
Y luego, la enfermedad. ¿En qué máquina rígida, en que forma antinaturalmente recta se da la perfección, el orden, la impersonalidad que puede reprimir todo lo molesto de la naturaleza?
La máscara hecha pedazos. Y los excesos, los inevitables, hambrientos, dolorosos excesos embistiendo con todo, alimentándose de la pintura de la fachada, amueblando las habitaciones interiores.
¿Qué sentido tiene?
Tanto hundirte en las superficiales aguas de una adoración infinita y un esfuerzo paciente y dulce además de agotador y doloroso, como sumergirte en las heladas aguas de la muerte, igual que permanecer en el medio y llevar todo con la lógica que no siempre tiene respuestas y sólo desata preguntas que al final no serás capaz de contestar...
Incluso ahora, no hace sino hacerse monstruosamente más complejo. En lugar de avanzar, sólo nos hundimos más profundo.
Y llega un momento en que desde que naces, ya tienes la cadena al cuello y encadenada el alma en la jaula.
El amor. El odio. La indiferencia. La vida y la muerte. ¿Cómo puede siquiera el hombre intentar comprenderla, en su bastedad, en su horror, en su belleza?
¿Qué matiz es mejor? ¿Vivir o morir? ¿Pasión o frialdad? Parecemos criaturas de la tragedia y el sufrimiento, enamorándomos como bestias salvajes de un sueño, un destello mágico que no existe más que en nuestra imaginación. Anhelamos tanto la comprensión que abrimos la puerta para que vean la casa que debería permanecer escondida...
Los poetas. Los poetas, los poetas. Murmurando por lo bajo que lo mejor que hay es un amor que sacrifique todo, que lleve todo tan lejos que vaya mucho más lejos que cualquier emoción, impulso o necesidad que se posea.
¿Qué hay, realmente, de bueno en depender de alguien? ¿En anhelar su presencia cada minuto de tu vida, sentir impaciencia por el tiempo que tarda en llegar, sentir miedo por lo poco que tarda en irse? ¿Qué hay de bueno en ponerse una venda en los ojos para ver al otro idealizado, mejor de lo que realmente es? ¿Qué hay de admirable en derrumbarte como una marioneta sin fuerza ni gracia al lado del camino por la falta del otro? ¿Qué derecho, qué razón, qué sentido le ha otorgado al otro la facultad de manejarte? ¿De influirte, de acosarte? ¿De hacerte sonreír como un tonto en medio del centro del mundo, deseando, soñando, planeando para que al final todo se quiebre como un cristal demasiado frágil? ¿Qué hay de agradable en perder el control de tu vida, de perder los zapatos con los que te aferrabas a la tierra, en volverte torpe por el simple sentido de una maldita respiración? ¿Qué hay de bueno en esforzarte, tan duro, durante tanto tiempo, esperando tan poco, sacrificando, haciendo a un lado, sudando.
O el otro extremo. No sentir nada, sintiendo tediosas las horas, en busca de otra cosa que hacer, algo menos aburrido que lo que sientes y lo que haces. Sin que importe si el mundo gira o no, cumpliendo con lo que debes porque no sabes qué otra cosa hacer o arrojándolo todo lejos sólo para no ver su cara insoportable. O caminar congelado por las calles en tiempos de lluvia y sol, bajo el manto de la luz o la oscuridad, esperando, esperando o simplemente vagando sin ideas que te iluminen, o senderos u objetivos que alcanzar.
¿Qué sentido tiene, de todas formas? ¿Amar o ser amado? ¿Odiar hasta la desesperación, que te odien hasta desearte lo peor y no ser suficiente? ¿No sentir nada?
¿Qué sentido tiene?
En el fondo, el masoquismo late para todos, por las cosas que renunciaste, por los errores que cometiste, las decisiones que no tomaste, los caminos que tomaste demasiado tarde. Por el que devotamente entregó todo al que amaba y no recibió nada o cuando lo recibió no fue lo que esperaba, por el que recibió la adoración de los demás tan sólo sintiendo el frío y el vacío en su interior por las cosas que no podía percibir ni experimentar, por el que prefirió embarcarse en un sentimiento que devoraba su pasado, su presente, con el veneno líquido y espeso de la venganza y la completa corrupción del alma, suave, lentamente. O tal vez sólo corrosivamente. También por el que nunca fue lastimado, que nunca necesitó a nadie, que miraba al mundo sin emociones. O por el egoísta que nunca pensó en nadie más que en si mismo, pero que nunca fue feliz.
¿Felicidad? ¿Qué diablos es la felicidad?
¿Un regalo que viene y va? ¿Una bendición maldita que te es retirada cuando apenas la paladeabas? ¿Un engaño? ¿Una ilusión?
¿Cuál es la postura correcta? ¿Eso existe?
Ni la pasión descarnada ni el vacío incensante atraen paz. Y tampoco el equilibrio, que aunque puede ser un arma se vuelve igual de insatisfactorio. El amor es una cadena. El odio una condena. La indiferencia es la sentencia de muerte.
¿Acompañado o solo? Siempre la gente se rodea de gente, los iguales con los iguales y los diferentes a un lado o todos mezclados. Al final el mundo sigue girando igual, el frío en la tranquila soledad sigue siendo lo mismo y el rostro que muestras al mundo sigue siendo, de alguna forma, un tanto artificial.
¿Qué sentido tiene?
Compartes tu vida con alguien, buscas lo que llamas tu alma gemela, te desesperas al no encontrarla, vuelves a buscarla, te desilusionas y dejas de sentir... Vives... Todo es tan efímero, tan insignificante, tan extraño...
O nada de eso importa. ¿A qué te entregas, en realidad?
¿Al trabajo? ¿A ti mismo? ¿A tu familia? ¿A tus amigos? ¿A los demás? ¿A un sueño?
¿Por qué? ¿Para ser comprendido, admirado, para cumplir, por creer en ello, por hacer algo... por qué? ¿Qué es tan bueno de ser bueno? ¿Qué es tan bueno de ser malo?
Todo es un caos, tanto controlado o no, tanto ordenado y lógico como enmarañado y sin sentido, llevándote a alguna parte, cualquier parte, cierta parte...
¿Por qué es tan malo estar solo? Dicen que el peor de los males es la soledad.
¿Duele tanto, en realidad?
Preguntas, respuestas, interés, desinterés, alegría, dolor, tristeza, angustia, preocupación, cólera, ansiedad, euforia, éxtasis, introversión, extroversión. Todo es un torbellino interminable, lleno de ruido, de fuerza, de algo.
¿Qué es lo más importante? ¿La ciencia? ¿El arte? ¿La Naturaleza Humana?
¿Nada?
Al final sólo sigues siendo tú mismo. En la cruda, pura, absoluta desnudez de lo que eres. No lo que ya no fuiste, tu historia, lo que aprendiste...
No. Sólo lo que tú eres. Sin acompañantes, sin pasión, sin compasión, sin emoción...
¿El frío y el calor son completamente diferentes? ¿O sólo opuestos?
¿Cómo puede el hielo ser tan hondamente cálido? ¿Cómo puede el fuego ser tan profundamente frío?
¿Cómo pueden ambos combinarse de alguna manera, en alguna aleación extraña para hacer nada?
La Rueda del Tiempo gira y gira, avanza y avanza, los hilos de van sucediendo uno a uno en el Tapiz de esta Historia Interminable...
Y la naturaleza del ser humano sigue siendo igual. El hombre sigue siendo hombre, la mujer sigue siendo mujer, ambos regidos por similares instintos. En esta sociedad pintada hábilmente con maquillaje de civilización, delimitada y marcada con líneas de comportamiento que son patrones de personalidad preparada, lo que más se teme es aquel instinto, todo aquello escondido bajo la pátina de calma, de hielo. La toma de consciencia del humano es sólo una bagatela en el predominio de la bestia...
El cerebro acallando ferozmente las necesidades. El raciocinio impuesto por encima de las incontrolables, inestables y peligrosas sensaciones y emociones.
Imperfecto el mundo del sentir. Inmanejable, inquietante, angustiante, traicionero camino...
Entonces la llave de la razón abierta para meter a todos y cerrar la puerta, ignorar los deseos, los apetitos, las obsesiones, las necesidades.
Y luego, la enfermedad. ¿En qué máquina rígida, en que forma antinaturalmente recta se da la perfección, el orden, la impersonalidad que puede reprimir todo lo molesto de la naturaleza?
La máscara hecha pedazos. Y los excesos, los inevitables, hambrientos, dolorosos excesos embistiendo con todo, alimentándose de la pintura de la fachada, amueblando las habitaciones interiores.
¿Qué sentido tiene?
Tanto hundirte en las superficiales aguas de una adoración infinita y un esfuerzo paciente y dulce además de agotador y doloroso, como sumergirte en las heladas aguas de la muerte, igual que permanecer en el medio y llevar todo con la lógica que no siempre tiene respuestas y sólo desata preguntas que al final no serás capaz de contestar...
Incluso ahora, no hace sino hacerse monstruosamente más complejo. En lugar de avanzar, sólo nos hundimos más profundo.
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